viernes, 9 de octubre de 2009

La rocambolesca y conmovedora historia de Isolino Ramos y su extraña dolencia.

Capítulo dos

Años atrás…

Aurora preparaba una suculenta cena, iluminada por la espléndida luna llena irradiante de la sierra. Isolino por el contrario, escrutaba el horizonte con la mirada perdida en la lejanía, sumido en una depresión continua, o quizá no, quizá bastara con conocerlo para cerciorarse de su lucidez. Sin embargo sus actos no se correspondían en absoluto con los cánones de vida de sus vecinos y ellos lo sabían y quizá por ello y solo por ello, era objeto de segregación.
Pero para Aurora no; no para ella. Su mente no alcanzaba a concretar el tiempo que había transcurrido desde que se conocieron, sin embargo, el motivo lo llevaba esculpido en su interior como una talla de mármol.
- No todos los días se conoce gente así, solía decirle ella entre una sonrisa complaciente y empática.
Su historia versaba más sobre lo ilógico que sobre lo trágico. Ella lo comprobó en varias semanas compartiendo su vida con la de Isolino, que accedió sin objeciones a compartir su casa, su comida, su cama.
Aurora aún recuerda el día en que Isolino le confeso su dolencia.
- Llevo cuarenta y dos años sin dormir.

Como es lógico, las primeras sensaciones son de consecuentes risas desengañadas, esperando a que el bromista desista y regrese a su nivel, logrando así un clima agradable. Pero no fue así. Isolino permanecía totalmente cabizbajo ante las carcajadas de Aurora que reducía sus risotadas a medida que Isolino levantaba la cabeza y mostraba una lágrima derramándose por su mejilla derecha.
- Eso es imposible Isolino, nadie aguanta mas de varios días sin dormir, es natural, es un instinto natural el descansar, sin dormir no podríamos vivir.
Un silencio invadió la estancia donde se encontraban, iluminada por un tímido candil colocado sobre la chimenea.

- Ese momento, el momento en que tu boca se abre como una puerta mágica, cuando tu cuerpo te recuerda que ha llegado el momento, la hora de descansar. Esa magnífica sensación de placer y felicidad previa a meterse en la cama, ese plácido viaje sensorial que vosotros llamáis sueño…Lo sé de oídas, de leerlo, de observar a la gente de mí alrededor, a vosotros.... De pequeño, solía hacerme el dormido cuando mi madre entraba en el cuarto. Rezaba para que Dios me diera unos minutos de sueño, lloraba para mis adentros y sentía miedo. Observaba a mis padres desde la puerta y los veía muertos, sin moverse, pero al día siguiente al cabo de unas horas volvían en sí, como si nada hubiera pasado y rehacían sus quehaceres preparados para la noche siguiente. Solo ver el tic- taguear del reloj de la cocina, amenazando que llegaba la noche, me hacía temblar como un conejillo asustado en la oscuridad. Volvería a estar solo durante unas horas.

Aurora miraba perpleja la cara de Isolino y escuchaba atenta y sorprendida sus palabras salpicadas de sinceridad mediante el tono en que las expresaba.


- Con el tiempo he aprendido a querer a la noche como una novia, una novia a la que le cuentas tus problemas y te aísla del resto del mundo para que solo le pertenezcas a ella. Paseo por el pueblo, respiro hondo y observo las estrellas detalladamente, una por una hasta que el sol regresa, es entonces cuando vuelvo a mi rutina. Finjo que me levanto, preparo el desayuno y me dispongo a labrar el campo a la misma hora todos los días.
El problema de la noche es que a veces ves cosas, cosas que no deseas ver. La gente cambia con la caída del sol, se engaña, se transforma, hace daño…


Aurora no entendía que quería decir con eso y pidió que se explicara un poco mejor.


- El día de la feria del ganado, hace dos años, vi algo que no debería haber visto.- Isolino se llevó la mano al estomago y gimió de dolor al recordarlo- No quise verlo, tan solo paseaba; ella gritaba junto a las encinas, junto al bosque, parecía indefensa, extenuada del esfuerzo, amordazada por él…era Matilde..Y encima de ella estaba Esteban.

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