domingo, 27 de julio de 2008

EL LADRÓN

La noche caía más oscura que nunca, los árboles lloraban el invierno. Pinganillos de hielo congelado querían suicidarse desde las cornisas de los escasos edificios de los aledaños del parque.

Tan solo una pareja de enamorados adolescentes osaban permanecer en la fría calle a esas horas tan intempestivas; Unas caricias y arrumacos eran suficientes para entrar en calor, aún no había llegado a su primer beso y el momento estaba cerca, tras una tierna mirada entre ámbos, sus cabezas giraron en direcciones opuestas, sus ojos se cerraron acongojados y sus labios se juntaron dulcemente.

Rápidamente de entre los árboles un hombre pasó corriendo y se les miró, de pronto se acercó hacia ellos y les preguntó apresurado

–“¿lo habéis visto?, ¿os habéis fijado donde ha ido?”

Los adolescentes no sabían de qué les estaba hablando aquel extraño tipo de ojos pequeños, gabardina y olor a ron barato.

El joven le saco una moneda y se la tiro desde un par de metros de distancia para posteriormente darse la vuelta con su joven amante en dirección contraria a la del extraño individuo.

El hombre les gritó desde lejos una frase que les quedaría grabado durante un tiempo a ambos jóvenes- “¡Si él ha venido es porque no es vuestro destino estar juntos!”

Los adolescentes atemorizados corrieron y no volvieron a aquel parque jamás.



En un pequeño salón de un simple hogar de un típico edificio en un barrio en concreto, un matrimonio gozaba de una sustancial cena baja una luz tenue, un olor a merluza al horno muy apetecible y un afrutado aroma a buen vino. Ingredientes perfectos para pasar una noche óptima.

Sin embargo, la pasión tornó en pasividad, la lujuria en respeto y la excitación en pereza. La pareja se miró de una forma peculiar, se querían, pero no era lo mismo. Les cansaba su reciprocidad y les seducía más el sueño.

Todo ocurrió en instantes, tan solo un fuerte timbrazo les sacó de su incertidumbre.

-“¡Cierren las ventanas!”

-¿Se puede saber quien es?

-“¡Háganme caso, si no cierran las ventanas se irá para siempre!

-Al hombre no le gustó un pelo aquel tipo de broma de mal gusto, con mueca de enfado, colgó el telefonillo de un golpe para posteriormente dirigirse hacia el balcón para comprobar la identidad del tipo en cuestión.

Un hombre rudo y tosco aguardaba en la fría noche mirando el balcón y farfullando una frase:

-“Lo ha fastidiado todo, se ha ido, lo ha perdido para siempre, ha perdido a su pareja para siempre”-

- Llamaré a la policía, está usted enfermo- replicó el hombre

-“Eso dicen todos” – respondió el tipejo de encorvada espalda- “eso dicen todos, pero no le servirá”.



El reloj de la estación de ferrocarril tic tabeaba el tiempo, reducía el espacio a sonido y transformaba la vida en prisa, pero no para ellos, una pareja de enamorados, hombres los dos, de unos veinte pocos, disfrutaban de una tarde invernal en el centro comercial de la estación en cuestión. Allí nadie les podía recriminar su inclinación sexual, nadie les miraba, allí ellos se miraban queriéndose, se querían con tan solo mirarse. Tras un abrazo largo en el que recordaban sus malos ratos sin poder verse, se besaron alejados del gentío.

Pero, Casi como en su adolescencia podían sentir la fuerza recriminatoria de sus padres empujándoles hacia atrás, no podía ser, allí estaban solos.

Seguían besándose con fuerza para que nadie les estropeara su enero, la fuerza era enorme tanto que dolía, acabando finalmente separándose extrañados, ¿sería su sentimiento de culpa?, para nada, lo habían dejado atrás para siempre.

-“hacerme caso”- dijo un exhausto hombre que paró en seco delante de ellos –“aún se puede hacer algo, vuestro amor es fuerte”

-¿Quién es usted?- preguntó uno de ellos

-“Soy su cazador, él es rápido fuerte, ágil. Pero yo soy mas fuerte, mas rápido y mas ágil y si me dejáis, os los demostraré”

-¿El cazador de quien?

-“seguidme y os lo demostraré”

El hombre de pelo canoso, pronunciado mentón, con aroma al ron caribeño de imitación y gabardina corroída les condujo puertas adentro del centro comercial y les indico una puerta que parecía una salida de emergencia. Los jóvenes aunque muy precavidos por lo que le pudiera hacer el extraño hombre, le seguían intrigados, siempre agarrados de las manos.

-“Ya hemos llegado, es aquí donde vive,”

Allí no había nada.

-¿Vive quien?

-“Quien va a ser, el ladrón, el ladrón de besos, ¿por eso estamos aquí no?

-¿El ladrón de besos?, ¿esta usted enfermo señor?

-“Por favor, antes de tacharme de loco, tenéis que hacerme caso u os perderéis para siempre; El ladrón de besos aparece para robar al amor su esencia, para que cada beso no signifique nada, para alimentar su codicia. Siempre quiere más; el odio lo alimenta y lo hace mas fuerte, yo soy su cazador; intento cazarlo al instante pero si el amor no es verdadero el se escapa con los besos y no puedo arreglarlo. A veces llego a tiempo, pero otras es demasiado tarde.

Los muchachos miraban perplejos, el asunto se les antojaba cuanto menos gracioso pero inquietante a la par.

-¿Qué debemos hacer?

-“Bueno para empezar debéis agarraros bien las manos miraros fijamente y besaros rápidamente”

Los muchachos así lo hicieron y de nuevo sintieron esa fuerza que les hacia retroceder hacia atrás, pero no pararon, de nuevo se besaron con todas las fuerzas del mundo.

Al abrir los ojos se cayeron hacia atrás, el panorama era aterrador. Las paredes se habían convertido en cadenas, el olor era pestilente, los techos se habían tornado en grandes bóvedas apuntadas como una catedral del medievo y de un rincón de la estancia brillaba con fuerza una potente luz roja cuyos destellos hacían daño a la vista, haciendo girar pues, la cabeza hacia el otro lado, unos ciento ochenta grados.

Al hacerlo el corazón de los jóvenes se paró de repente, pues a escasos centímetros había alguien mirándoles fijamente a los ojos, con roja mirada homicida, afilados dientes, y unos guantes desgastados de color blanco hueso; casi se podía sentir el pestilente aliento a esa escasa distancia.

La semejanza al individuo que los había llevado hasta allí les hizo temblar.

Sin embargo, pronto comprobaron que no se trataba del mismo tipo ya que desde el otro lado de aquella fría estancia, el hombre de la gabardina miraba la escena intrigado por lo que iba a pasar.

-¿Qué hacemos ahora señor?

-“Tenéis que miraros a los ojos, demostrar que os queréis de verdad y él ira retrocediendo”

Tras hacer lo que él decía comprobaron que era cierto, sentían cada vez mas que aquel hombre de aspecto horrible les hacia hueco para pasar, con una cara espantosa, mostrando su inconformidad por la situación, ya que sus dientes se chascaban fuertemente.

-“Ahora tenéis que coger vuestra bolsa roja, en la que ponga vuestras iniciales”

Los muchachos se acercaron hacia el montón de bolsas relucientes que había y cogieron la correspondiente con sus iniciales; la abrieron y el destello fue inmenso.

La estancia se convirtió de nuevo en lo que era, un almacén en la trasera de un centro comercial.

Por fin se besaron de nuevo y se sintieron como la primera vez que así lo hicieron, llenos de optimismo y satisfacción, con tanta entrega que casi se olvidan del hombre que los había llevado hasta allí.

- No sabemos quien es usted, ni que ha hecho por nosotros, solo sabemos que le estamos muy agradecidos; por cierto ¿Cómo se llama?

- Tengo varios nombres, me llaman de diferentas maneras, algunos creen que no existo, otros me cambian por mi hermano, el odio. Me ha sorprendido vuestra confianza en mi, me suelen llamar amor.


3 comentarios:

Jam dijo...

Cada dia me sorprende mas tu capacidad de escribir, me gusta asique te seguire la pista :-)
Cuidate y pasa buen verano.
un besico y suerte!
Natalia

Sergielebed dijo...

asias natalia, nos veremos pronto!

rlo dijo...

Es bonito y fantasioso...
me gusta.